Explícame la parte bonita de la historia

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Villaviciosa de Cordoba, Spain
Jim Morrison decía: "Y es por eso que me gusta tanto la poesía: porque es tan eterna. Mientras haya gente, se podrán recordar palabras y combinaciones de palabras. Nada puede sobrevivir a un holocausto salvo la poesía y las canciones. Nadie puede recordar una novela completa. Nadie puede describir un filme, una escultura, una pintura. Pero en tanto y en cuanto haya seres humanos, las canciones y las poesías pueden continuar...". O acaso: ¿Quien no se ha sentido alguna vez como un poeta atrapado entre el cielo y el infierno?".

"Los buscadores de sueños encuentran oro en cualquier parte"

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lunes, 2 de marzo de 2009

Que vida la vida


La vida que tanto me atormenta y sin embargo tanto me envenena y me alimenta, mientras tanto, tantos sentimientos voy poquito a poquito en mis entrañas experimentando, como pétalos de rosa desgranando. Con un suave compás, de manera pausada y ordenada, como el amor primero que uno abandona pero nunca olvida.

La vida, la que tanto a unos da y a otros tanto les quita. La que tanto nos enseña y la que tanto nos enfrenta. La vida, que es un edificio con cimientos tan inciertos como el misterio del propio nacimiento. La que crece con nosotros y se nutre de nuestro sustento. La que vive y sueña con nuestra soñada adolescencia. La que a unos tan honrados hace y a otros tan malvados reconoce como tales.

No, no nos equivoquemos, no todos somos iguales. Dios no pudo crearnos a todos por igual, a su imagen y semejanza: ¡Hubiese sido una soberana ultranza!.

En algún punto del hechizo se equivocó, algún ingrediente de su quinta esencia falló. Algún excipiente, algún principio activo o algún condimento fue diferente al que quiso primigeniamente utilizar, como patrón, como molde, como muestra, como canon, como paradigma, como pauta, como tipo, como ejemplo, como plantilla, como arquetipo.

La vida, aquella otra nuestra vida. La que otorga sabiduría cuando la propia materia prima de una argamasa bien constituida se te ofrece como compañía para todo lo que te reste de vida, sólida, bien aunada, con suficiente constitución como para crear un resistente armazón.

La vida, la que tanto miente
la que tanto sabe,
la que tanto ayuda
la que tanto olvida

Esa vida, la que se edifica desde que en nuestra tierna infancia una escuela nos ofrecen donde dar rienda suelta a la locura de una educación preconcebida. La que entrega el privilegio de una extrema experiencia, que unos invierten y emplean en hacerse mejores personas. Y otros, en vez de poner a su edificio una puerta blindada colocan ante su propia pared una puerta falsa, que a todo el que por delante de esa puerta pasa, entregan la condición del engaño y de una fascinación que no puede ni tan siquiera ser comparada con la nada.

La experiencia no es, como la libertad fuese, una bella cenicienta. La experiencia que la vida te oferta puede convertirse en una bruja malvada y retorcida que contigo se levanta pero muchas noches no quiere volver a la cama. Entonces una vez desvelada se rebela dejando tu puerta falsa medio abierta y medio cerrada.

La vida, la que al avanzar a lo largo de nuestras vidas va dejando desconchones sobre una blanca fachada que maravillosamente fue pintada con sensaciones primerizas, ilusiones propias de trucos de magia y con el honor de saberte el creador de un nuevo hogar junto a tu familia, aquella familia de familias que la propia vida te otorgó.

La vida, la que al final de la vida deja tu edificio en ruinas, con una precaria iluminación, con unos cimientos que se apoyan sobre bastones de madera y con arrugas que se originan en el desván de uno, la cara, y van hasta el diván de la más abstracta realidad.

La vida, la que al final, o al principio, dependiendo de los materiales empleados en el edificio, otorga una salud debilitada y sin luz, donde las propias carcomas de tu alma piden a gritos una eterna paz para poder al final de la vida, poder, tan solo, descansar en paz

La vida, la que tanto me atormenta
y sin embargo
tanto me envenena y me alimenta

¡La vida, amigo mío, la vida!

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